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Pedregosa línea de ribetes burdos se abre paso, tan estrecho que apenas si se puede dar el paso, a un lado indescifrable barranco se pierde entre nubarrones de neblina, la temperatura parece descender agresivamente conforme más vas ascendiendo.

Una figura se deslinda de la blanca nieve, contrasta con el color marrón de la pared de piedra y el camino presuntuoso que se pierde en la distancia, la capucha blanca oculta por completo la identidad de aquel fantasma, pero parece que no teme al camino que frente a ella se extiende.

Reflexiona sin emitir palabra alguna, entre las sombras de la capucha se vislumbra un brillo dorado que dura breves instantes, luego como si su propio caminar fuese solo un vestigio de la realidad, su sombra se vuelve un portal hacia otro mundo y sus pasos parecen sostenidos por entes invisibles que llenan de miedo el ambiente.

Ruge el viento desde el fondo del precipicio, como si la propia tierra Asgardiana reclamara la simplicidad de aquél acto, que le permite a la viajera desplazarse sin peligro por aquella cañada, intenciones indefinidas... continua el trayecto acercándose cada vez más a la cumbre del emporio escandinavo.