Nombre del personaje: Aiacos de Garuda
Sexo: Masculino

Signo zodiacal: Cáncer
Lugar de nacimiento: Nepal
Lugar de entrenamiento: Inframundo
Edad: 25
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Spoiler:

Descripción Física: Aiacos es un varón de buen porte, de cuerpo tonificado y entrenado, piel ligeramente nívea, cabellera rebelde y azabache, tan oscura y negra como la brea, y una mirada hipnotizante y penetrante, del color del ámbar. Generalmente porta su Sapuri, lo que le dá un aspecto mucho más imponente y amenazador. Cuando no, gusta de ropas cómodas y que, simplemente, le sienten bien.
Descripción Psicológica: Descarado, con una cara más ancha que espalda, irreverente. Cree en su justicia y en la de su señor Hades, aunque todavía recela de este último tras sucesos acontecidos hace ya siglos, en una de las anteriores Guerras Santas. No con él, sino con su más fiel subordinado, Violate. Aiacos es sádico y cruel, y no tiene problema alguno en demostrar tal faceta, de la cual se siente especialmente orgulloso. Un loco cuerdo, como se diría. Y peligroso. Le gusta provocar, picar a los demás, la sangre y las matanzas, sobre todo si las provoca él. No tiene el más mínimo respeto o compasión por sus subordinados, a los cuales considera como meros pedazos de carne o basura.
Otros detalles: Le gustan los vicios como la buena bebida y la diversión. Es el Juez que se ocupa de castigar a aquellos que traicionaron a su patria. Generalmente, puede encontrársele en Antenora. Y, cuando no está ahí, seguramente se encuentre en el salón principal de su barco personal
Historia:
Escucho algo a lo lejos… ¿Tambores? Parecen tambores de guerra. Mis sentidos están aletargados, la oscuridad me abraza y me rodea, como una madre acunando a su retoño. Mi cuerpo está frío. No… No tengo cuerpo todavía. Pero puedo sentir ese “boom, boom” en mi mente, como si me golpeasen. No. No son tambores
Son los latidos de mi corazón.
Noto como un aire gélido entra, puedo notar y sentir las almas de mis hermanos cerca de mí, de mi. Pero aún no la de ella: mi mano derecha. Ese golpeteo se hace cada vez más y más fuerte, martilleándome y, de repente todo se vuelve un caos. El aire gélido se hace más patente, y una corriente de viento me sacude. ¿Qué sucede?

El sello… El sello se ha roto. Por fin. Eso solo puede significar una cosa: comienza una nueva Guerra Santa. En éxtasis, mi alma busca su cuerpo, un cuerpo humano, el que le pertenece por derecho. Tras minutos, horas de incertidumbre… la tapa de una tumba se abre, mostrando una mano. Una mano viva, que se mueve. Me apoyo en el borde y me levanto hasta quedar sentado. Siento unas náuseas apoderarse de mí, aunque las aguanto estoicamente. En todas las reencarnaciones es igual, esa sensación inicial y mareante. Pero mis pulmones vuelven a recibir aire, mi piel a sentir el frío y el calor. Y mis ojos vuelven a ver. Los recuerdos vuelven a agolparse en mi mente: buenos y malos.

Una nueva vida, una nueva Guerra. Una nueva oportunidad. Pero tú aún no estás aquí. ¿Cómo voy a manejar a mi flota sin mi fiel apoyo? Me levanto, completamente desnudo. Pero eso es solo por apenas unos segundos, pues pronto mi cuerpo es acariciado y vestido por la armadura que me pertenece por derecho. La Garuda.

Sí, yo, uno de los Tres Jueces del Mundo de los Muertos vuelve a respirar bajo este mundo. Una sonrisa aviesa se curva en mi rostro. Ya deseo sentir la sangre escurriéndose entre mis dedos, y las muecas de miedo y desesperación tanto de subordinados como de enemigos.

Los tambores de la guerra ya suenan. Cada vez más y más fuertes. Y yo acudiré al encuentro de mis tropas como su general que soy.

Como el señor de los cielos, Aiacos de Garuda.